Reaprender las cumbres a ciegas
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ABC (2017-05-30)
Hay quien corona el Everest en 17 horas,
otros alpinistas tratan de agarrar las cimas con paciencia, y otros quieren
sentir las cumbres con el olfato, el gusto, el oído, el tacto, el corazón, la
piel, aunque no puedan verlas. Es el desafío que se han propuesto cinco montañeros ciegos y que comenzarán su aventura este
próximo 1 de junio. Forman parte de la primera expedición adaptada del mundo en
la que 22 guías e invidentes han estado trabajando como parte del Curso
Superior de Montañismo para ciegos y Adaptado de la Fundación UNED. Después de
diversas asignaturas y exámenes, los alumnos han decidido que, como fin de
curso, intentarán hollar el Galdhopiggen, en Noruega,
el monte más alto de los Alpes Escandinavos, con 2.469 metros.
Una experiencia docente capitaneada por Francisco Javier Bueno, coordinador del Grupo
de Montaña de la ONCE de Madrid y director de los cursos, de la que
España es pionera y que significa descubrir un mundo para todos: guías y
ciegos. «Falta el conocimiento de que se pueden realizar estas actividades. Que
si todos nos preparamos podemos alcanzar cualquier cumbre. Este fin de semana
nos veían practicar con la barra y la gente pensaba que estábamos haciendo una
apuesta o una promesa. Hay que visibilizar estas prácticas, decirle a la gente,
ciega y no ciega, que esto existe. Y a partir de ahí se podrá poner en marcha
la formación para que todos podamos tener la oportunidad», explica María Teresa Minaya para ABC. Había hecho montañismo antes
de que una enfermedad degenerativa la dejara sin visión. «Y vas renunciando a
muchas cosas. Pero te das cuenta de que no hace falta, con ganas y gente preparada puedes hacerlo todo. Y
es una sensación magnífica».
Se han preparado durante muchos meses, con la misma dedicación que los
guías, porque esta expedición es también, y sobre todo,
confianza. Se desplazarán en grupos de tres con una barra
direccional de unos dos metros y medio, con un guía vidente delante, una
persona ciega total y un deficiente visual cerrando el grupo. El guía da las
instrucciones verbales y a través de la barra, que se irá moviendo para que los
alpinistas sepan exactamente por qué lado de la montaña van, pues siempre se
sitúa donde está la caída. «Yo no me subo a cualquier barco. Tiene que haber
confianza. La barra nos convierte en una sola persona,
y no somos una carga pasiva en absoluto. El último hace de timonel para no
salirte del camino. Todos tenemos una gran preparación física y técnica, en
todas las modalidades de montañismo. Nos hemos preparado todos a conciencia»,
continúa Minaya.
Además, serán los encargados de
probar un nuevo dispositivo GPS para ciegos en montaña y en tiempo real. «Se
introduce la ruta y con unos auriculares especiales se pueden manejar con
pitidos. Un avance más para nosotros, para nuestra independencia entre comillas.
Nos hace falta», explica Minaya.
La ascensión final circulará por un glaciar y han podido entrenarse en
hielo y nieve en Madrid este invierno, pero será en el Galdhopiggen donde
pasarán su examen final. «Es algo egoísta, cuanta más gente sepa que pueden formarse en
este tipo de actividades, más opciones tendré yo de volver a sentir la montaña aunque
no la vea. Es una subida de autoestima. Decir que esto se puede hacer. Poder
comerte el mundo. Después de esto, lo que sea», finaliza Minaya.
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